Aire fresco (libre)

Me aburría. Me aburría profundamente. Pateando una piedra gris que aumentaba aun mas mi aburrimiento con su color iba caminando sin rumbo fijo, con un libro y un reproductor de música dentro de la mochila que colgaba en uno de mis hombres. Confiaba en que tarde o temprano me terminaría perdiendo, y así fue. Para cuando alce el rostro no tenia ni la mas remota idea de donde me encontraba. Sonriente, camine hacia un árbol y me senté en su sombra, con las piernas cruzadas. Mire a mi alrededor unos instantes y luego empece a buscar dentro de mi mochila, en busca de algo con lo que entretenerme.

Yo andaba por allí, también aburrida. Ví que una chica se sentaba en el árbol más lindo que había allí. Justo el árbol que estaba junto a mis flores favoritas del jardín del instituto. Las llamaban orquídeas. Escuché música, eso siempre me llamaría la atención y llamaría a mi entusiasmo. Mi amor por la música era muy fuerte.
Me acerqué y me senté al lado de ella.

"Hola. Vaya bonito lugar has elegido", le dije con intensión de asustarla bromeando mientras ella estaba tan concentrada buscando algo dentro de su mochila.

"Rahne. Encantada, Sam.". Qué lindo nombre pensé para mí.
Crucé las piernas y cortaba pasto del suelo (era inevitable sentarme al aire libre sin hacer eso).
"Escuché música y la melodía me trajo hasta aquí. Me encanta. Qué escuchabas?", le pregunté ansiosa y queriendo sacar un tema de conversación. Sam me caía bien y probablemente llegaríamos a ser amigas.

"Nickelback.. Conozco un par de temas de ellos y la verdad es que hacen muy buena música. El que estaba sonando no lo conocía pero si hubieras estado escuchado 'Hero' me tendrías cantando ahora mismo al lado tuyo. Por suerte, te has salvado de aguantarme", reí al terminar de decirle eso.

Me miré las zapatillas y até mis cordones que estaban sueltos. Luego arranqué una hoja del árbol y me disculpé conmigo misma porque no debía romper cosas de la naturaleza. Me di cuenta de que no me estaba quedando ni un segundo quieta así que me controlé y me recosté en el pasto para mirar las nubes. Se estaba nublando, la verdad es que el día no brillaba demasiado..

Escuché el silbido y me levanté rápido. Había sonidos a los que mis oídos eran mucho más sensibles que a otros. Me levanté rápido del suelo y miré a Sam.
"Margaritas", pensé. Odiaba el olor de esas flores. Pensar que eran realmente lindas, pero apestaban. Creía que tenían olor a pie sucio. Y me daba gracia pensar en eso.

"Qué sucede?", pregunté. Y al mirar la flor noté que mis ojos pasaban de un color verde al pardo, me pasaba eso con cierto tipo de plantas.

Totalmente impresionada sólo alcancé a decir:
-Wow, esto es increíble.

Tomé la margarita entre mis manos y mi pelo también se oscureció. Al igual que mis ojos adquirió un color pardo y el colorado desapareció por completo. Sentía el olor más fuerte ahora y escuchaba el sonido de las hormigas caminando en el suelo y la respiración de Sam tan fuerte como si respirara dentro de mi oído.
Entonces dejé la margarita en el pasto, al lado del árbol y por lo tanto mi pelo y mis ojos volvieron a su normalidad. Miré a la chica para comprobar si había notado mi cambio repentino.

-Em, digamos que no puedo "hacerlo", es como que está en mi naturaleza. Algunas cosas como plantas, lugares y animales provocan eso en mi. No sé bien qué es. Algún día me gustaría enterarme tanto como vos.

La miré, tenía los ojos en blanco examinando mi pelo. Reí. No era para tanto, seguramente habría fenómenos más espectaculares que yo allí, lo mio era un mito convertido en realidad. Sólo que la versión de la luna llena era una versión de Hollywood. Lo mio iba más allá de eso. No podía cambiarme el color del pelo con tinturas, de todos modos volvería al naranja-rojizo. Reí de nuevo al ver que Sam me miraba fijo.

Lo mismo. Otra vez mi pelo obscuro, pardo. Y de igual manera con mis ojos. Sonrío. Siento mucho más fuerte el olor de la margarita amarilla.
-Apesta - le afirmo descubriendo que ella estaba haciendo como un experimento con mi apariencia física. Luego extiendo la mano y hago que aparte la flor que estaba ya muy cerca de mi cara.

-Bien - continué - entonces vos podés cambiar el color de las cosas y yo el mis ojos y mi pelo. Convengamos que ambas cosas son extrañas. Aunque lo mio es personal, yo no tengo poder sobre los demás objetos, es todo sobre mí.
Hice una mueca que indicaba mi confusión.

-Hay más? - pregunté anonadada. - Genial, si, quiero saberlo.
Puse cara de "estoy esperando para sorprenderme" y quedé observando a la chica mientras notaba que al estar lejos la margarita mi pelo volvía a ser naranja y mis ojos verdes.
En realidad lo mío también era algo más que transformar el color de mi pelo y ojos. Había una transformación mucho más intensa y peligrosa que esa.

Realmente estaba sorprendida. Me gustaban los perros más que a nadie en el mundo, pero también me daba un poco de miedo la forma en que me miraban siempre. Ellos percibían de una manera u otra lo que yo era en realidad. Y no había nada más fuerte que el instinto. El perro que había creado Sam era hermoso, en cuando me rozó la pierna sin querer sentí su suave pelo, pero también se me erizó la piel. Podría decirse que eramos algo familiares.

-Lo tuyo es increíble - le comenté - además es buenísimo, pareces saber muy bien controlarte, y eso que somos estudiantes.

El perro no había hecho cambios en mi apariencia, lo que me resultó muy raro. Pero sí había cambiado mi interior. Me sentía inquieta y un poco nerviosa.

-Igualmente jamás me hubiera imaginado todo eso - le digo convencida - Ni siquiera hubiese llegado a semejante conclusión.
Reí al terminar la frase. Era extraño que alguien me diera ese tipo de explicación, yo no tenía ni idea de las leyes naturales del mundo real.
Me di cuenta de que mi compañera de jardín estaba tratando de averiguar que me pasaba luego de la aparición de su lindo perrito.

-Bueno, ya que fuiste sincera y me enseñaste lo que sos capáz de hacer, te voy a contar un poco de mi, a pesar de que no lo voy a poner en práctica. Me da un poco de desconfianza y temo hacer daño. - le aclaré mientras buscaba las palabras justas para describir mi poder.

Tomé un mechón de mi pelo y mirando al suelo expliqué:
-Soy una mujer lobo. Puedo estar en un estado de transición entre el humano y el lobo, o simplemente ser loba, pero es cuando yo me propongo lograrlo. A eso se debe el cambio repentino del color de mi pelo y mi rechazo hacia el perro, animal con animal a veces sienten algo que los demás no. Además mi sentidos están mucho más agudizados que los del resto.

Levanté la vista del piso con un poco de vergüenza, aunque no sabía bien por qué, ya que Sam había respondido bien al oir lo que yo era en realidad. Escuché su pregunta y dije:

-Sí, un poco. Es decir, nunca estuve transformada mucho tiempo, lo más que llegué a estarlo fue una hora, pero no es solamente mi conciencia lo que me preocupa, sino que soy enorme en ese estado, llego a medir 3 metros. Hasta puede llegar a ser incómodo, porque con un manotazo puedo rasguñar o golpear a alguien que no esté medianamente cerca mío. Es complicado, pero lo lindo de mi poder y lo que más me gusta es oir, y ver, sinceramente. Quiero aprender a controlar mis movimientos, y también enterarme si soy peligrosa como loba, o si no soy nada más que un enorme perro amigable.

Terminé de decir esto y me reí sola.

Miraba fijamente la margarita sobre la mano de Sam, estaba un poco perdida en mis pensamientos acerca de mis poderes cuando su pregunta me hizo caer de golpe a que no solamente estaba pensando, sino que tenía alguien al lado. Me toco el pelo y estiro las mangas de mi campera hasta cubrir totalmente mis dedos con ella (siempre hacía eso, ya era inconsciente, pero desde que tengo uso de razón también intentaba así calentar mis manos, que vivían frías, heladas, incluso aún en verano).

-Gracias, Sam - admití - Por eso estoy aquí, sé que si puedo controlarme puedo ser muy útil para muchas cosas, mi fuerza es increíble. Deberías verlo algún día.