Pensando dónde ir (libre)

Luego de pasar por mi habitación, al darme una ducha y cambiarme me di cuenta de que debía comprar un algunos cosméticos y productos de belleza, como cremas, shampoos y demás. De seguro también me traería un libro como yapa.
Me vestí con mis medias negras que tenían agujeros por todas partes (pero no las tiraría por nada del mundo! me encantaba imponer mi estilo) y un vestido verde, poco común ese color en mí. En el cabello me había hecho una cola que caía sobre mis hombros. Cuando noté que estaba lista, decidí tomarme un taxi desde la academia para ir a comprarme algunas cosas. No sabía dónde dirigirme porque la verdad era que estaba bastante perdida. Cuando bajé del auto, caminé mirando las vidrieras de los negocios que estaban en el camino que recorría caminando despacio, por las dudas de perderme de ver algo. Sin prestar demasiada atención, divisé un kiosco. Entré para comprarme un chocolate, mientras esperaba encontrar a alguien simpático que me indicara el camino hacia algún sitio donde comprar lo que en realidad venía a comprar. Me relajé y miré detenidamente todas las golosinas que había allí dentro.
"Espero conseguir el de frutilla", murmuré.

Después de haber salido patinando de Liberty Island del negrito y su novia y con los veinte dolares que le habían dado se fue a gastarselos al centro comercial, no iba a servir para comprar muchas cosas pero le valía para sobrevivir.

Patinaba por el centro comercial, seguida de un policia que le decía que no se podía patinar por el centro, llevaba una mochila colgada a su espalda, la ropa bastante sucia, así como su cara y su ropa, su pelo estaba enmarañado, y su olor corporal no era demasiado bueno, pero al parecer eso no afectaba a su estado de animo que iba riendose mientras el policia la seguía, sin embargo llevaba un collar y un reloj bastante caro.

Hasta parar bruscamente y saltar del monopatín para cogerlo y ponerse a mirar el escaparate con el dedo indice en la boca mirando las golosinas detenidamente, sin ninguna duda parecía una vagabunda.

Por un lado estaba terriblemente indignada, ya que en el negocio tenían mala cara y malos modales, entonces no me animé a consultar por lo que realmente había ido a buscar allí y por otro lado estaba totalmente feliz porque había conseguido las golosinas que quería (y más de las que debía haber comprado para evitar el acné después de sobrepasarme de chocolates) salí del kiosco y vi una chica parada afuera que miraba concentrada los productos que vendían allí dentro.
Yo seguía perdida, sin tener idea de donde ir para comprar mis cosas, y las necesitaba urgente (bueno, en realidad no tanto, pero quería ya tenerlas en mi posesión). Entonces decidí pararme al lado de ella y hablar con un tono normal de voz preguntándole:

-Hey, hola! Todo esto llama la atención, no? - sonreí para mostrar un poco de amabilidad - me preguntaba si podés decirme dónde puedo comprar cosméticos y esas cosas.. Es que estoy un poco desconcertada y necesito un par de cosas que nunca encontraré sin ayuda.

Me la quedé mirando mientras observaba su estilo (siempre hacía eso con la gente) y me pareció bien vestida aunque estuviera un poco sucia.

Se limpió la boca con la manga de su chaqueta, aquella chica del pelo anaranjado le estaba hablando.

- Chi, me gustan las golosinas.

Desvió su mirada al suelo y sus manos se juntaron por sus dedos indices.

- Pero no puedo comprarmelas, por que si no no tendrá dinero para comer.

Movió sus manos para quitarse una mancha de polvo que tenía en la chaqueta.

No sabía qué decir. Pensé un momento y me rasqué la cabeza, que en realidad no me picaba, pero eso era una manera de decir que estaba pensando. Hasta que al fin decidí volver a hablar.

-Oh, no me he presentado. Soy Rahne.

Dije esa frase corta y precisa y sonreí. Luego me senté en el cordón de la calle e hice una seña para llamar a la chica rubia. Tomé la bolsa repleta de golosinas que acababa de comprar y le mostré el contenido diciendo:

-Ven, come alguna de estas conmigo. La verdad es que voy a reventar como un sapo y mañana voy a amanecer llena de granitos en la cara si me las termino yo sola, compartamos la culpa de comer chocolates y porquerías - sonreí con simpatía y le puse énfasis a la palabra "porquerías", ya que no lo eran, eran riquísimas, pero siempre las llamaba así.

Sus ojos se pusieron como platos, y sonrió de oreja a oreja, poniendose al lado de Rahne, cogiendo un par de golosinas.

- Yo me llamo Nadya. ¿Que es lo que estas buscando aquí, quizás yo pueda ayudarte?

-En realidad vine a comprar cosméticos y... Cosas de mujeres, ya sabrás. Estoy viviendo en el instituto Xavier y la verdad es que lo único que me indicaron fue que tenía que venir aquí, pero nadie me dijo dónde estaban los negocios. - protesté.

Me mordí el labio confundida mientras miraba a Nadya. Al mismo tiempo tomé mi preciado chocolate con frutilla y le saqué el papel.
Había comprado sólo uno de esos porque creí que no iba a tener compañia, entonces lo partí por la mitad y le ofrecí una parte a la chica. Luego continué:

-Tenés idea de dónde podría encontrar todas esas cosas?

Sonrió de nuevo, cogiendo el papel.

- Eso es pan comido, te ayudaré.

Sus ojos se volvieron completamente blancas, mientras sacaba una especie de PDA, y la tocaba con el dedo, esta mostraba un mapa del Mundo se acercó a Estados Unidos, de ahí a New York, de este punto justamente donde estaba el centro y de ahi. al plano del centro comercial, señalando Nadya con el dedo.

- Justamente ahi.

Sus ojos volvieron a la normalidad, estaba tranquila como si no hubiera pasado nada raro.

Me sorprendí y sonreí siendo que la chica quería ayudarme. Me parecía un poco extraña, pero bueno, yo tampoco era totalmente normal, no tendría que creerme ahora eso.

-Me acompañás? - le dije un poco arrepentida luego de haberlo dicho, quizás ella pensaba que yo había tomado demasiado confianza, recién nos conocíamos.

-Bueno, claro, si no tenés nada que hacer y si tenés ganas - continué para compensar un poco lo dicho.

La miré y esperé que respondiera. La verdad es que no quería ir sola, tenía miedo de perderme y a la única persona que le podía pedir ayuda era a ella, que se había mostrado amable y que me caía muy bien. Me crucé de brazos y estiré las piernas, ya que me había quedado un poco acalambrada al estar sentada en el cordón.