Ficha de Arusa

Nombre Completo: Arusa Tonnhic

Alias: Aria, Aru...
Edad: 24

Raza: Mutante Neutro

Poder: Control del elemento aire y todas las ventajas y desventajas del mismo.

Qué le gusta: Escribir y el alcohol.

Qué no le gusta: Los traidores, y su propia especie.

Hobbies: Le gusta mucho escribir relatos y leer poesía, cuando no está bebiendo, claro.

Descripcion Fisica: No es excesivamente alta, alrededor del 1,70. Ojos marrón verdoso y morena, de complexión delgada y no muy fuerte, aunque sí muy ágil y rápida.


Descripcion Psicologica: Suele emplear a veces el sarcasmo como nota curiosa de su humor. Por lo general suele ser una chica agradable y tranquila, aunque suele tener muy mal genio cuando se enfada. Le cuesta mucho confiar en alguien, únicamente cuenta sus penas al alcohol. A medida que se la conoce se va descubriendo que tiene un profundo asco hacia sí misma.

Historia: Todo sucedió en una mañana... ella volvía de su trabajo, una simple dependienta de una prestigiosa tienda de ropa en la ciudad de Nueva York. Soñaba con ponerse todos esos trapitos que lucían las jóvenes que cada día pasaban por allí, pero para su desgracia tenía unos padres que mantener. Sí, unos padres. Su madre padecía alzeimer y su padre era un minusválido enfurruñado y asqueado de la vida... y asqueado de los mutantes. No ayudaba nada en casa, ni a su madre, así que ella era la que se encargaba de todo.

Volviendo a casa, andando a paso vivo por la acera, sintió de repente un brusco tirón de su bolso. Un motorista la estaba intentando robar. Llevada por una rabia momentánea, ella también tiró de su bolso tratando de recuperarlo, y por la resistencia que opuso la joven, el motorista cayó al suelo mientras que su moto se marchaba de paseo sola hasta chocarse con una farola. No tardó ni medio segundo aquel motorista en sacar una navaja e ir hasta ella corriendo. No la dio tiempo ni a mover las piernas, al instante (no supo bien por qué) ya le tenía detrás amenazándola con una navaja en su cuello. ¿Cómo había sido posible? Hace un segundo estaba delante de ella...
Aquel malnacido consiguió lo que quería, llevarse su bolso con toda su documentación: tarjeta de crédito, algo de dinero, su pasaporte... todo. Y como regalo, la rajó un poco el cuello y la tiró al suelo, dejándola ahí mientras poco a poco perdía sangre.

(Un mutante... eso era un mutante... será hijo de puta...)

Gracias a un alma caritativa, pudo llegar al hospital y allí su herida fue tratada y curada. A todo ello añadir que ni siquiera su padre se preocupó por qué tardaba tanto su hija en llegar a casa.
De hecho, en cuanto llegó, únicamente la espetó.

-No he comido hoy por tu culpa. –ni siquiera le preguntó por el vendaje que llevaba en el cuello.

Ella, consumida por la rabia, empezó a gritarle todo lo que le había sucedido con aquel mutante.
-Esos engendros solo dan problemas, ¿verdad, hija? ¡Siempre te lo he dicho! Y ahora dame de comer, tengo hambre.

No sabía a quien odiaba más... si los mutantes o a su propio padre.

Pasaron un par de años más, ella cumplió los veintidós. Y el día de su cumpleaños, su padre la engañó vilmente.
-Cariño, agáchate. –estaba minusválido- que quiero darte un beso como regalo.
Y en vez de un beso recibió una dolorosa bofetada que la tiró al suelo. Cómo se notaba que había sido obrero...
-¡Eres una furcia barata! ¡Veintidós años de tu vida desperdiciados, ahí trabajando en una tienda para putas! ¡Y tú también eres una de ellas, que lo sé yo con solo mirarte a la cara! ¡Y ni siquiera sabes cuidar de tu madre!

Aquello fue la gota que colmó el interminable vaso de los años que había tenido que aguantarle. Y no supo cómo... pero empezó a flotar en el aire, a levitar. Una brisa comenzó a correr, cada vez más violenta, y se volvió tan bestial que llegó a levantar la silla de ruedas de su padre. Lo peor de todo es que disfrutó viendo la cara de terror de aquel minusválido calvo. Sin saber exactamente cómo, lo lanzó por la ventana y le hizo aterrizar en la carretera, donde casi un segundo después un camión lo aplastó a él y a la silla. Entonces, la levitadora calló al suelo, jadeante y temblando de miedo.
(¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?...)

La gente se arremolinó alrededor del accidente... Ella miró a su madre, con los ojos desorbitados y la cabeza ida por el shock. Echó a correr de la casa, decidida a no volver nunca a ese infierno, dejando allí a su madre y a su vida.

Pasaron otros dos años... se enganchó a la cocaína y descubrió que el negocio de las drogas era muy bueno para conseguir pasta. Pronto fue la misma cocaína la que trajo su desgracia... Descubrió que tenía poderes y descubrió que era un monstruo, no se llegaba a aceptar a sí misma, era un alma en pena con cuerpo de mujer, un mutante que se odiaba a sí mismo por serlo. Ahora vive en un chamizo, ganándose la vida a base de hacer recados a los pocos amigos drogadictos que no querían matarla. Y lo poco que ganaba lo gastaba en alcohol, que era el único en el que podía confiar verdaderamente.

Aceptada! Ya te doy color.